- Ubicación del rigor científico y la ética profesionalCarlos G. Paniagua (*)
En los dos últimos años, La Nación ha publicado varios de nuestros estudios de opinión pública sobre temas fundamentales: desde cómo perciben los costarricenses la dirección del país hasta la forma en que se explican la gestación de las manifestaciones contra el «combo» del ICE, el papel histórico e importancia de los partidos políticos, las fortalezas y debilidades de estos, el grado de satisfacción con el sistema político, la competencia preelectoral, etc.
Los informes de cada investigación están a disposición en Nacion.com y también se organizó un seminario con La Nación el pasado 1.° de marzo, en el que representantes de todos los sectores, incluidas las tendencias que se disputan las candidaturas, estuvieron presentes para analizar los resultados de la investigación. El propósito es estimular y hacer posible el debate nacional para las elecciones del 2002, lograr transparencia en la producción de la información y, desde luego, recibir las críticas pertinentes.
Las reacciones ante ese esfuerzo han sido diversas y numerosas, de parte de integrantes del mundo académico nacional e internacional, de partidos políticos e instituciones públicas, y recibimos valiosas contribuciones para mejorar los estudios.
Mención aparte merece lo relativo a los resultados sobre las tendencias de la lucha electoral. Aquí también observamos diversas reacciones de los precandidatos y sus colaboradores, pero ninguno de esos grupos ha cuestionado los estudios o sus resultados, excepto el movimiento corralista.
¿Confabulación? Para el jefe de campaña corralista y para el mismo precandidato, los estudios de Unimer no son más que «un poderoso instrumento de manipulación» y «parte de una confabulación para evitar que Corrales llegue a la Presidencia» (La Nación, pág. 14, 31/5/01) y para probarlo continuamente citaron el «fracaso estrepitoso» de las encuestas en las elecciones de 1998. Hacen referencia a los resultados equivocados suministrados por dos empresas encuestadoras el día de las elecciones («encuestas de salida») y, aunque Unimer no fue una de ellas, han insistido en confundir a la opinión pública metiéndonos en «el mismo saco».
Además, insisten en que las tendencias suministradas por las encuestas previas a las elecciones también estaban equivocadas.
En Unimer, decidimos no dar respuesta a los innumerables ataques de estos señores, cuando nos dimos cuenta de que las explicaciones y razonamientos no contaban para ellos y que más bien lo que pretendían era generar un sentimiento de «pobrecito» en beneficio de sus aspiraciones, además de «levantar la moral» de sus cuadros de base para evitar una catástrofe electoral. Tenemos claro que la mejor forma de medir la opinión pública en esta materia es mediante el voto y, por lo tanto, dispusimos esperar los resultados de la Convención para proponer un análisis de lo ocurrido en 1998.
Sin embargo, nos parece conveniente dejar sentadas algunas bases para una seria discusión posterior sobre los estudios de opinión y la manera como intentaron desprestigiarlos en la precampaña el señor José Miguel Corrales y su jefe de campaña.
En primer lugar, las tendencias que mostraron las encuestas unos días antes de las elecciones de 1998 realmente no eran erradas. Una parte importante de seguidores del PLN, que habían votado por Figueres en 1994, no estaban dispuestos a sufragar por quien consideraban uno de los principales detractores de don José María. Concretamente, en nuestra última encuesta (20-26/1/98), solo la mitad de quienes apoyaron a Figueres en 1994 estaba dispuesta a respaldar a Corrales. Sin embargo, el 1.° de febrero votó por él un 79% de «figueristas», es decir, un 29% más de lo indicado pocos días antes. Además, un 31% de quienes votaron por Corrales se decidieron en el último momento, el mismo día de la elección o durante la semana previa.
«Salieron» a votar. Pese al resentimiento contra Corrales, muchos liberacionistas que habían apoyado a Figueres salieron a votar en el último momento, provocados por el «triunfalismo desplegado por el PUSC», «por lealtad al PLN», «para que el partido no se llevara una paliza», etc. Por lo tanto, hubo un claro cambio en la opinión pública después de realizada la última encuesta, previa a la elección, que explica la diferencia entre los resultados de las tendencias de intención de voto y la votación del 1.° de febrero. Reitero: los liberacionistas «salieron» a votar por su lealtad al partido. Estos datos pueden consultarse enNacion.com del 2 de febrero de 1998, producto de una encuesta hecha el día anterior sobre «razón de voto».
Esto también nos explica por qué Corrales, no obstante el enorme apoyo que obtuvo en 1998, rápidamente perdió seguidores después de las elecciones. Actualmente, solo lo apoya cerca del 30% de quienes sufragaron por él en 1998. Y esa misma información indudablemente nos ayudará a comprender los resultados de la Convención del PLN.
Sin embargo, parece que estos señores nunca analizaron los resultados de las elecciones anteriores, y dieron por un hecho el triunfo en la Convención del PLN y en febrero del 2002. Por el contrario, recurrieron al fácil expediente de «cortarle la cabeza al mensajero», no recibieron, ni entendieron la noticia y decían estar seguros de la victoria, aunque no fueron capaces de asumir el liderazgo para mantener el apoyo obtenido gracias a la lealtad que los liberacionistas profesan por su partido y para encauzar la opinión pública a favor de su movimiento.
Ahora sabemos de qué lado está el rigor científico y la ética profesional y de cuál el simple cálculo electoral a cualquier costo.
(*) Gerente general de Unimer
Fuente: La Nación. 09 de junio, 2009