Editorial
El Financiero , en asocio con Unimer, ha investigado durante más de 10 años el nivel de confianza del consumidor. Se trata de una medición del sentimiento del consumidor con respecto a su situación económica personal y a la situación de la economía del país.
Esta medición se resume en el denominado Índice de Confianza del Consumidor (ICC) que fluctúa en un rango de 0 (máximo pesimismo) a 10 (máximo optimismo).
El índice alcanzó un nivel de 3,6 en junio pasado, la confianza en la economía más baja desde finales del 2008. Surge la pregunta: ¿tan mal está actualmente la economía como para que la confianza del consumidor sea similar a la de una época de crisis?
Durante el 2015 los consumidores han incrementado ligeramente el pesimismo sobre su situación económica personal, pero el mayor incremento del pesimismo está en la situación del país. En los 10 años de medición del ICC, nunca los consumidores habían estado tan pesimistas con respecto a la economía de Costa Rica.
Hay razones objetivas para el pesimismo originadas en el mediocre desempeño de la economía en el primer semestre de 2015. Hay una desaceleración en el crecimiento de la producción medida por medio del Indicador Mensual de la Actividad Económica. También los resultados de la Encuesta Continua de Empleo revelan un retroceso en la generación de empleo y un estancamiento de las remuneraciones reales de los trabajadores.
La desaceleración económica interna ocurre en un contexto de debilidad del crecimiento de la economía mundial que no termina por consolidar su recuperación económica después de la crisis del 2008. Esto lleva a que el motor externo de la economía nacional esté en retroceso.
Sin embargo, los indicadores objetivos de la economía costarricense en 2015 no son tan negativos como los observados en la crisis de 2008 y sus secuelas inmediatas de 2009. Es decir, el pesimismo actual del consumidor sobre la economía nacional está exacerbado, es mayor de lo esperado, según las condiciones objetivas de la economía.
En nuestra opinión, la falta de definición de políticas públicas, en general, y de políticas económicas, en particular, está disparando este pesimismo exacerbado. ¿Qué observa el consumidor? Un alto déficit fiscal que puede conducir a una crisis financiera, propuestas de impuestos que podrían caer sobre sus hombros, reticencia oficial a la racionalización del gasto público, fragmentación e inoperancia legislativa y un Poder Ejecutivo sin liderazgo en la ejecución de la acción pública o en la definición de las políticas públicas.
En conclusión, el consumidor observa en forma inteligente el panorama económico; como lo reportamos en la edición anterior, aprovecha promociones, deja de ser fiel al vendedor cuando le conviene y explora nuevas experiencias de consumo. También incorpora en su visión las condiciones del entorno macroeconómico. Por esta razón, las autoridades deberían tomar nota del pesimismo del consumidor para evitar caer en un círculo vicioso que nos lleve a una mayor desaceleración de la economía.
Fuente: El Financiero. 05 de julio, 2015