Un estudio de Unimer expone el lugar medular que tiene la aplicación más popular de mensajería en la vida social de los jóvenes ticos.
Tengo 27 años y, en los últimos siete días, he pasado más de 8 horas de mi vida frente a la pantalla de mi celular leyendo Twitter. Las estadísticas de mi teléfono dicen que Spotify fue la segunda aplicación que más usé en la última semana: 14 horas de música de fondo (esas son las horas en las que escuché música en mi celular, antes de llegar al trabajo a conectar mis audífonos a la computadora).
Pero, en el tercer lugar del uso que le doy a mi desgastada batería, brilla verde el ícono favorito de Costa Rica: WhatsApp.
Las notificaciones de WhatsApp son las primeras noticias que recibiré en un día normal: un mensaje de audio de las amigas que viven en otro huso horario, el meme de un perrito para comenzar la mañana con un chiste, la confirmación inoportuna de una entrevista que será en la tarde, un mensaje del grupo creado por los jefes para enviar las comandas que se cumplirán en el horario de trabajo.
Según la última investigación de Unimer, soy parte del 92,2% de adultos jóvenes —entre los 18 y 35 años— que acostumbran revisar su celular en cuanto despiertan.
También, soy parte del 76,6% que prioriza WhatsApp sin haber siquiera desayunado.
Los chats con los amigos, las parejas, las familias y los compañeros de trabajo desplazaron el lugar romántico y privilegiado que antes tenía la cafeína matutina y, también, el que tenía el periódico tradicional.
Hace diez años, sin el advenimiento de los teléfonos inteligentes, la comunicación celular estaba concentrada en enviar y recibir información de texto por un servicios de mensajes cortos (SMS, en inglés). Las noticias eran accesibles únicamente por medio del papel, el televisor y, tras encender la computadora, la virtualidad inmaculada de un navegador de Internet.
Ahora, describe Unimer, tener WhatsApp es indispensable para al menos 44,2% de los jóvenes ticos.
La aplicación se hace aún más ineludible para las vidas de quienes superan los 25 años y para las mujeres (un 48,8% de ellas considera que es indispensable, indica Unimer).
La necesidad máxima de WhatsApp la tiene alrededor del 37% de quienes no han cumplido aún esa edad. Para los chicos y chicas que pertenecen a mi grupo de edad, entre los 26 y los 30 años, el WhatsApp es indispensable para el 50% de nosotros.
Para los mayores de 30 años, la necesidad máxima la tienen casi el 49%.
En un mundo en el que un celular puede manipular fácilmente sonido e imagen, en el que es posible pedir comida exprés sin la necesidad de tocar la suciedad del dinero ni sacar la tarjeta de la billetera, ¿cómo es que un servicio tan sencillo de mensajería llegó a convertirse en la aplicación favorita de la vida joven?
¿Qué fue primero? ¿El huevo o la gallina? Siglos de ciencia, nos han permitido entender que la pregunta no es perversa ni capciosa: la división celular es el comienzo de la vida. El huevo es la célula más grande dentro del cual la vida se gesta, madura y crece.
El iPhone es el huevo de la tecnología del siglo XXI. El celular de Apple entró al mercado en junio del 2007. Dos años después, en el 2009, casi 46.000 aplicaciones —sin contar juegos— estaban disponibles en su tienda de compra. Ese fue el año en el que WhatsApp también llegó a ese mismo espacio.
“Empezó cuando me compré un iPhone. Me molestaba que tenía llamadas perdidas cada vez que iba al gimnasio”, explicó el CEO de WhatsApp y su cofundador, Jan Koum, durante una conferencia en el Museo Histórico de Ordenadores de California, en el 2017.
“No nos propusimos construir una compañía. Solamente queríamos construir un producto que la gente usara”, dijo Koum. “Nos emocionamos cuando salió al mercado y nos decepcionamos cuando nadie la estaba usando”.
Koum tenía 33 años cuando creó WhatsApp para el mercado junto con su colega Brian Acton, después de que ambos se conocieron trabajando como informáticos para la empresa Ernst & Young. Como capital semilla, recibieron $250.000 de antiguos trabajadores de Yahoo!
Koum tenía apenas 15 años cuando la red informática mundial (World Wide Web) y la segunda generación de tecnología celular (llamada 2G) coincidieron en 1991.
Cuando WhatsApp fue creado en el 2009, los países desarrollados habían asimilado la penetración de la conexión inalámbrica (el famoso Wi-Fi). Según un estudio del Centro de Investigaciones Pew, el 32% de los estadounidenses afirmaban haberse conectado a Internet por medio de un dispositivo móvil para “revisar el email, buscar información o enviar mensajes instantáneos”.
Ese mismo año, Apple permitió que las notificaciones “push”, es decir, que las aplicaciones pudieran enviar alertas aún cuando no estuvieran en uso.
Las apps de mensajería compitieron entre sí para superar las limitaciones de información que tenían los SMS —los usuarios solamente podían usar 160 caracteres por mensaje y no podían enviar imágenes—.
Google mantuvo por muchos años a Google Talk antes de consolidar Hangouts como su mensajería principal en el 2013 y ahora es la herramienta nativa del sistema operativo de los celulares Android.
La preferida de las llamadas vía web, Skype, fue comprada por Microsoft por más de $8.000 millones y convergió los servicios que daba Windows Live Messenger con una calidad menor.
Pero WhatsApp no fue siempre una pepita de oro en esas carreras comerciales. Su crecimiento fue muy lento en comparación con otras empresas de Silicon Valley.
Koum y Acton mantuvieron WhatsApp como una aplicación gratuita para evitarse cargos en la verificación de los usuarios (los empresarios querían ahorrarse el costo de los SMS que la empresa debía enviar para que cada usuario confirmara la compra hecha).
Para febrero del 2013, contaban con 50 empleados para mantener un servicio de 200 millones de usuarios. En diciembre del mismo año, WhatsApp alcanzó los 400 millones mensuales de usuarios.
Y fue justamente un año después que Facebook compró la empresa por $19.000 millones; es decir, más del doble de lo que invirtió Microsoft por Skype y a pesar de contar con un servicio de mensajería nativo, el Messenger.
En medio de la controversial compra, Koum se encargó de calmar las dudas de los usuarios que desconfiaban de la empresa de Mark Zuckerberg.
“Podrán seguir usando WhatsApp no importa en qué lugar del mundo estén o qué teléfono inteligente estén usando. Pueden contar en que ningún anuncio interrumpirá sus comunicaciones”, escribió el CEO de la aplicación en su blog.
“El crecimiento y el uso que tiene Whatsapp están impulsados por las capacidades simples, poderosas e instantáneas de la mensajería que ofrecemos”, describió.
Según la investigación de Unimer, un 91% de los 500 jóvenes ticos encuestados piensa que WhatsApp es útil porque permite una comunicación ágil con sus contactos.
Entre otras de las cualidades más llamativas que destacan los usuarios jóvenes costarricenses se encuentran las conversaciones en grupos, la posibilidad de enviar y recibir audios y el poco consumo de datos móviles.
Esas mismas cualidades se mencionaron dentro de las 15 entrevistas a profundidad que los investigadores realizaron antes de aplicar la encuesta por medio de Facebook. Unimer cedió parte de las entrevistas, únicamente con la información del género y la edad de sus participantes, a Revista Dominical.
La directora de proyectos de Unimer, Ana Raquel Meléndez, explicó que las preguntas para el instrumento estadístico fueron gestadas dentro de las respuestas sobre usos que encontraron en sus entrevistados.
Los resultados de Unimer describen un panorama en el que los jóvenes ticos mantienen sus vidas integradas a la tecnología móvil y viceversa.
En el informe del 2017 del Programa de la Sociedad de la Información y el Conocimiento (Prosic), de la Universidad de Costa Rica, se afirma que hay 143 suscripciones a planes de telefonía móvil por cada 100 habitantes.
“Cuando uno no tenía crédito, hace muchos años, no podía conectarse a Internet para mandar mensajes. En cambio, ahora, usted se guinda de un WiFi y, por más que el teléfono no funcione, usted puede mandar un WhatsApp”, les explicó una usuaria de 23 años.
Las diferencias de uso de la aplicación entre hombres y mujeres en nuestro país son pocas y no tan significativas, describe Unimer.
Señalan que los hombres están menos pendientes que las mujeres de revisar su WhatsApp, tengan o no notificaciones de mensajes en sus celulares. Las mujeres consideran en su mayoría que WhatsApp les limita su concentración mientras realizan otras actividades.
En algunas de las entrevistas, las mujeres mencionaron que estar pendientes de las conversaciones grupales es una de las distracciones que consideran más nocivas.
Sin embargo, Unimer también determinó que el 99,2% de quienes tomaron la encuesta forman parte de algún grupo de WhatsApp.
Los jóvenes ticos toleran en su mayoría que las personas con quienes conversan cara a cara estén pendientes de revisar las pantallas de sus celulares.
Solamente un 16,4% de los encuestados considera que su interlocutor está desinteresado en hablar cuando atiende a su celular durante una interacción.
“A mí sí me han dejado de poner atención. Por ejemplo, mi novia no puede hacer dos cosas a la vez, entonces me toca esperar a que conteste y ya”, dijo un entrevistado de 32 años.
Imagen y audio
En el 2009, WhatsApp fue creada para enviar y recibir tanto textos sin el límite tradicional de los caracteres como imágenes. La mensajería de voz (los famosos “audios”) fueron integrados en el servicio a partir del 2013.
En el 2015, los desarrolladores permitieron llamadas de audio y abrieron una modalidad de transmisión de stories, videos e imágenes con caducidad de 24 horas. Los analistas de tecnología lo interpretaron como una forma de competir con el servicio de mensajería con imágenes Snapchat. Ese mismo año, la aplicación también cruzó plataformas: los usuarios comenzaron acceder a sus cuentas desde la pantalla de sus computadoras.
En el 2016, WhatsApp integró llamadas en video y permitió que los usuarios enviaran documentos adjuntos (textos, presentaciones, hojas de cálculo).
Durante la conferencia anual de desarrolladores de Facebook –organizada en marzo pasado en California–, la empresa anunció que estrenará las llamadas grupales en el transcurso del 2018.
El último estudio estadístico Red506 –producido por Unimer para el semanario El Financiero– identifica a WhatsApp como una de las “redes sociales” más utilizadas por los costarricenses.
Si bien Jan Koum y Brian Acton fundaron WhatsApp para enviar y recibir texto, el universo de su pequeña aplicación se expandió lo suficiente como para ofrecer la imagen y el audio, no como lenguajes complementarios sino incluso como el plato principal.
Según Unimer, el contenido que se comparte con más frecuencia en sus conversaciones grupales son los memes y audios virales (78,8% de los encuestados envían contenido tomado de otros lugares) y el segundo lugar lo tienen las imágenes o videos generados por los propios usuarios (70,2%).
El tercer lugar lo ocupan las “noticias, artículos de opinión e información” (64,9% de los encuestados comparten esta categoría).
Pese que los encuestados de Unimer prefieren enviar contenidos “virales”, una mayoría también menciona que se salen de los grupos en los que participan por la cantidad de información que generan y una actividad que califican de “spam” (un 39,6% lo seleccionó como la justificación principal).
“Me he salido porque me llenan la memoria del teléfono cuando está muy activo o porque no me interesa”, describió una mujer de 30 años entrevistada por Unimer.
Revolución social
Para diciembre del 2017, la cantidad de usuarios que usan WhatsApp en el mundo alcanzó los 1.500 millones (la población mundial ronda los 7.600 millones de personas según la Organización de las Naciones; es decir, la app está en los celulares de casi la quinta parte de la humanidad).
No es arrogante afirmar que WhatsApp ha revolucionado los fenómenos de la comunicación mundial.
Los usuarios tienen la oportunidad de compartir información personal y enviar archivos con todo el mundo (un hito de la globalización que consiguió originalmente la correspondencia por email), iniciar conversaciones en tiempo real (como lo hicieron las salas de chat y los servicios de mensajería) y, además, mantener canales de información que son privados (en Facebook, Twitter e Instagram, el atractivo principal es que suelen ser públicos).
“En cada sociedad, la gente usa los medios sociales de comunicación de forma diferente pero, en general, mientras Facebook se ha convertido en una arena pública donde la gente se preocupa por cómo se ven ante los demás, WhatsApp ha reunido grupos más pequeños que pueden hablar de forma más privada”, explicó el director del proyecto británico de investigación antropológica Why We Post a The Guardian.
Sin imaginarlo, WhatsApp consiguió fusionar la comunicación escrita y la oral gracias al diseño de sus mensajes de audio.
En Costa Rica, Unimer asegura que un 73% de los jóvenes encuestados utiliza la aplicación para hacer llamadas tradicionales. No obstante, un porcentaje superior dice que acostumbra enviar mensajes de voz (85%).
Sin embargo, el uso de los audios es ligeramente más común entre las mujeres –88% de ellas contra un 81% en los hombres– y quienes tienen edades entre los 26 y los 30 años –87% de ellos–.
“Me gusta mucho escuchar audios porque me ahorra escribir y también los mando. Es mucho más ágil”, afirmó una chica de 26 años en entrevista con los investigadores.
El servicio de WhatsApp es tan ágil que servicios y negocios han aprovechado su plataforma para establecer canales directos con sus clientes. Médicos que abren una conversación para tener contacto directo con sus pacientes, tiendas que reciben pedidos de su catálogo de ropa, libros, cosméticos. La aplicación de mensajería tiene la forma que sus usuarios decidan.
En enero pasado, WhatsApp tomó nota de la maleabilidad de sus servicios y, dada la demanda, estrenó en Android una versión para perfiles de negocios llamada WhatsApp Business.
Sin importar si el negocio usa o no esa alternativa de la aplicación, Unimer asegura que los jóvenes ticos están acostumbrados a resolver sus trámites y compras por esta vía.
El 60% de los encuestados está de acuerdo con que WhatsApp es importante para comunicarse con marcas, comercios y profesionales. El contacto directo le parece útil al 84%.
“Es muchísimo más rápido y le mandan lo que usted necesita. No se tiene que ver todo el catálogo”, asegura una tica de 23 años.
En el primer estudio Red 506, publicado en el 2011, se describía un panorama digital en el que los costarricenses prácticamente no tenían acceso a Internet desde sus celulares y en el que afirmaban dedicar un promedio de 130 minutos diarios a sus redes sociales.
La penetración del Internet celular deformó la atención aislada que antes le daban los ticos a su interacción virtual: las conversaciones están reposando siempre en los bolsos, bolsillos y escritorios de los usuarios.
En su encuesta, Unimer intenta dimensionar cómo esos cambios han modificado la comunicación de las parejas, mencionadas como la segunda categoría prioritaria con la que se comunican los adultos menores de 35 años (el primero son los “amigos en general”).
En general, los jóvenes ticos no revisan sin autorización el WhatsApp de sus novios o esposos (70% dice que no lo hace, pero hay un 30% que confirma haberlo hecho).
Una mayoría del 85% dice que conoce a alguien que ha utilizado la aplicación para “ligar” con otra persona –y es más común que lo afirmen si tienen menos de 31 años–. Sin embargo, una minoría del 41% acepta que ha ligado por esa misma vía.
Terminar una relación por WhatsApp es, hasta la fecha, inusual para los jóvenes ticos. Apenas el 27% afirma que ha terminado una relación sentimental utilizando este canal.
Diez años atrás, el “check azul” no tenía significado cultural alguno.
Los mensajes de texto se enviaban como SMS y, salvo que hubiera confirmación del receptor, no había forma alguna de saber si habían llegado a su destino. Igual que, décadas antes, las cartas se perdían en las oficinas postales sin rastro.
Para el 2010, Twitter implementó el símbolo para destacar a sus usuarios verificados –celebridades de diversos campos profesionales–.
Hace cuatro años, en las vísperas de ser comprados por Facebook, la mensajería de WhatsApp comenzó a aplicar un sistema de marcas para que el emisor diera por un hecho que su mensaje había sido recibido (dos checks sin color) y leído (coloreados de azul).
Fuera de recibir aplausos por el sistema de verificación, la aplicación fue ampliamente criticada por vulnerar la privacidad de sus usuarios y, pronto, tuvo que permitir que sus usuarios manipularan la herramienta.
Entre los jóvenes ticos, un 86% ha manipulado las configuraciones de privacidad de WhatsApp. Aún así, un 78% permite que sus contactos vean el check azul que anuncia el recibido.
A los ticos les preocupa más que los otros vean en qué momentos están conectados dentro de la aplicación. Más de la mitad de los encuestados no permite que WhatsApp describa su estado de conexión.
Considerando que la aplicación se construyó como una red privada, no es sorpresa que sus usuarios aprecien su seguridad y privacidad.
Después de que Facebook comprara la empresa en el 2014, sus cofundadores mantuvieron inamovibles las cláusulas que protegían y protegen la información de sus clientes. Aún cuando la empresa de Mark Zuckerberg intentó negociar accesos para financiar el servicio con publicidad (como ya lo había hecho con Facebook y, luego, con Instagram).
En un semestre que ha cuestionado severamente la forma en la que Facebook administra la información que ceden sus usuarios –tan severamente que Zuckerberg respondió por su uso ante la Corte Suprema estadounidense–, WhatsApp ha conseguido mantenerse incólume de todos esos líos.
Pese a que ambos se convirtieron en multimillonarios después de vender WhatsApp, Brian Acton y Jan Koum continuaron dirigiendo sus servicios en los últimos años y en múltiples ocasiones aseguraron que lo hacían para conservar su idea de los intereses corporativos de sus nuevos dueños.
Acton renunció a WhatsApp en noviembre del 2017 y Koum en abril pasado, ambos para seguir otros proyectos. Facebook no ha anunciado aún un CEO para reemplazarlo.
Pese a su ausenci la constancia de su trabajo queda: en los celulares de una cuarta parte del mundo el ícono WhatsApp es la marca de una joven era de las telecomunicaciones.
Fue realizado, entre febrero y marzo del 2018, por Unimer Centroamérica con apoyo de la comunidad de Facebook de la página Diay, es mi consejo.
El estudio contempló 15 entrevistas a profundidad y, a partir de esta primera etapa, aplicó un cuestionario autoadministrado en línea para 500 personas de toda Costa Rica.
Las edades de los participantes se encuentran entre los 18 y los 35 años. La población incluyó una misma proporción de hombres y mujeres.
Los resultados tienen un margen de error de 4,4 puntos a un nivel de confianza del 95%.
Fuente: La Nación, 13 de mayo 2018