Carlos G. Paniagua
Presidente Unimer Research International
Un amplio y complejo estudio revela que los costarricenses han avanzado notablemente en la interiorización de valores ambientales o ecológicos. Es así, pese a que el cúmulo de problemas que afecta a nuestra riqueza natural también avanza y no observamos suficiente progreso en las prácticas ciudadanas en favor del ambiente.
En efecto, un estudio de Unimer entre el 5 y el 20 de agosto, con una muestra de 1.403 costarricenses, permite conocer por primera vez cómo somos los ticos en cuanto a la preservación de la naturaleza y qué nota obtendríamos si nos evaluaran sobre el tema.
El estudio explora diversas áreas
sobre cultura ambiental, utilizando técnicas complejas de investigación y el apoyo técnico del INBio y numerosos profesionales. Exponemos algunos de los principales hallazgos:
Los costarricenses tienen alto grado de información referente a los problemas ambientales del planeta, que si bien es menor cuando se trata de temas específicos y locales, es apreciable. En cuanto al deterioro de la riqueza natural, todos se consideran responsables y la mayoría muestra preocupación por el problema.
Igual, la mayoría se siente insatisfecha con lo que hace el país por conservar los recursos naturales y afirma que apoyarían firmemente legislación y acciones en este campo, incluyendo mayor gasto del Gobierno y hasta el pago de impuestos para ese fin.
Por otra parte, aunque la mayoría realiza prácticas básicas de conservación, en acciones que demandan un esfuerzo mayor la frecuencia es mucho menor. Empero, la mayoría dice que está dispuesta a realizar cambios de estilo de vida y patrones de consumo, incluyendo el pago de un costo superior por productos amigables con el ambiente y también por el agua, para evitar racionamientos.
En el estudio se utilizaron los elementos anteriores y otros para identificar grupos de costarricenses según sus valores ambientales, lo que permitió definir seis.
Dos grupos (los «Sin valores») poseen bajo nivel de conocimientos y preocupaciones en relación con el ambiente. Sin embargo, un grupo (7%) realiza algunas prácticas conservacionistas, principalmente por razones económicas, mientras que el otro (8%) no lo hace. Además, se diferencian en que el primero es más rural, más viejo (50 años y más), de menor nivel educativo y económico y con mayor presencia de simpatizantes del PUSC. El segundo está conformado por jóvenes (16-20 años), urbanos, de nivel medio medio y medio alto y con estudios de secundaria y universidad, con mayor presencias de seguidores del PAC.
En el extremo opuesto se ubican otros dos grupos, que coinciden en sus conocimientos, preocupaciones y prácticas ambientales, pero uno («Valores utilitarios») está más motivado en sus acciones por razones económicas que conservacionistas. Está conformado por un 14% de la población, es más rural, de nivel educativo y socioeconómico más bajo, de más de 30 años y con más seguidores del PUSC. El otro grupo (22%) denominados «conservacionistas», es el que posee mayor conciencia ecológica, con educación universitaria, de mayor nivel socioeconómico, con edad de 25 a 40 años y residente en el área metropolitana y el resto del Valle.
Finalmente, los otros dos grupos, «Indefinidos» (25%) y «Bien intencionados» (23%) también son muy similares en sus valores ambientales, aunque el segundo se define como más dispuesto al cambio de estilo de vida y patrones de consumo en pro de conservar ambiente. Ambos tienen posiciones intermedias en todo lo relativo al tema ambiental, de nivel educativo y socioeconómico más bajo y más simpatizantes del PUSC. Entre los «Bien intencionados» hay más hombres, con edad superior a 50 años y entre los «Indefinidos» hay más mujeres.
Igual que ha ocurrido con otros estudios (por ejemplo: sobre cultura política, mayo, 1995, partidos políticos, enero 2001), este nos indica una tendencia de enorme trascendencia para el país: que el esfuerzo conservacionista ha tenido efecto en la formación de valores en los costarricenses. Podríamos desear que ese efecto fuese mayor, pero lo cierto es que está en una importante proporción de la población y, de igual importancia, nos señala que es posible aumentarlo mediante la educación (en su sentido más amplio), las prácticas concretas y las acciones institucionales de respaldo a esas prácticas.
Dependiendo de las acciones y políticas públicas que se impulsen, es posible que el cambio requerido en la mayoría de la ciudadanía se logre con mayor rapidez, de forma que logremos un adecuado uso y manejo de la riqueza natural. Lo contrario también puede ocurrir; es decir, que la ausencia de acciones concretas nos conduzca a un acelerado deterioro del ambiente, con implicaciones catastróficas para todos.