Sin siquiera cumplir el primer año de labores, el Gobierno de Laura Chinchilla tuvo, literalmente, que deshacerse del ministro de la Presidencia, cuya gestión, antaño, ha sido comparada con la de un primer ministro.
Para la opinión pública, pudieron más las presiones de la oposición y el ruido de la precampaña orquestado por los hermanos Arias Sánchez: Rodrigo, en primerísimo plano, y Óscar, un tanto más solapado, pero siempre, ambos, atentos al manejo de los hilos del poder.
En esto hay algo de razón.
Pero hay otro elemento que muchos, por desconocimiento o conveniencia, han obviado.
La administración Chinchilla ha pecado, y en demasía, de falta de tacto político y, últimamente, de liderazgo. Así lo confirmó la última encuesta de Unimer para La Nación .
El último capítulo de desaciertos lo está escenificando la propia fracción del PLN.
Once legisladores afines a Rodrigo Arias se rebelaron contra Chinchilla porque les impuso a Viviana Martín como conductora para un segundo año.
Con una agenda propia y una “jefa de fracción” (disfrazada de “enlace”), este grupo no hizo otra cosa que establecer una casa aparte y, de paso, abrió un nuevo flanco de negociación para el novel ministro de la Presidencia, Carlos R. Benavides.
Esta fractura bien se pudo haber evitado si el Gobierno, con una pizca de humildad y de tacto político, hubiera dado más atención a la carta que previamente envió a Chinchilla el grupo de los 11 para cuestionar la dedocracia en favor de Martín, cuya afable gestión se ha erosionado con el correr del tiempo.
El anuncio de la reelección fue el primer acto del recién llegado Benavides, el lunes, durante una cita con los diputados del PLN, menos los sublevados.
Nada costaba que doña Viviana declinara elegantemente su postulación en aras de la unidad partidaria que ahora debe buscar. En su lugar, el Ejecutivo hubiera escogido de sus congresistas afines a un tercero en discordia: un señor experto en negociaciones complejas como lo es Francisco Chacón.
Hoy, ya metidos en camisa de 11 varas (una por cada diputado disidente), el Gobierno y doña Viviana están obligados a negociar concesiones con un nuevo actor y la –¡también!– reelección de Luis Gdo. Villanueva al frente del Congreso.
Un paso ya lo dio la Presidenta al reunirse con don Óscar. Los resultados están por verse.
Fuente: La Nación. 08 de Abril, 2011